Comentario
Una de las ciudades más antiguas de la península ibérica, fue fundada por los colonizadores fenicios, quienes establecieron diversos enclaves en la región meridional, como Gades (Cádiz), Abdera (Adra) o Sexi (Almuñécar). Posteriormente pasa a ser dominada de manera sucesiva por cartagineses y romanos, construyendo estos últimos uno de los teatros más antiguos de Hispania.
Con la denominada ruralización y crisis bajoimperial, Málaga-Malaka conoce el asentamiento de los vándalos silingos, quienes traerán consigo el arrianismo. En las disputas entre arrianismo y catolicismo será un obispo de Málaga, Severo, uno de los defensores del credo cristiano.
La invasión árabe llega a Málaga a mediados del siglo VIII, conociendo en un principio diversos episodios de resistencia de la población autóctona contra los recién llegados.
Punto neurálgico del paso del Estrecho de Gibraltar, Málaga comienza a desarrollar una importante actividad comercial, conociendo un fuerte incremento de su población. En consecuencia, la ciudad se expande y en ella se construyen diversos edificios civiles y religiosos, entre los que destaca su Alcazaba. Toda la ciudad estaba rodeada por una muralla abierta por cinco grandes puertas. La población se diseminaba por varios barrios, también amurallados, dentro de los cuales se situaban los característicos adarves, calles sin salida que podían cerrarse por medio de una puerta. Los huertos bañados por el Guadalmedina procuraban buena parte del sustento de sus habitantes.
De Este a Oeste una vía cruzaba la ciudad y comunicaba el puerto y la fortaleza con el interior del recinto amurallado. Junto a este, aunque separados, se encontraban el barrio de los judíos y el de los comerciantes genoveses.
Con la caída del califato de Córdoba, Málaga fue capital del reino taifa independiente de la dinastía Hammündi, entre 1035 y 1487.